Jaime Garzón, Álvaro Gómez Hurtado, Luis
Carlos Galán, Manuel Cepeda, Jorge Eliecer Gaitán. Estos personajes, junto con
otro sin fin de nombres poco reconocidos, son la clara muestra de por qué la
sociedad colombiana es un fracaso. El asesinato como herramienta política es
parte de la idiosincrasia del país. Las dos principales labores del Estado son
asegurar la convivencia pacífica y proteger los derechos y libertades de los
ciudadanos, y ni lo uno ni lo otro existen en Colombia.
No profeso la tesis del respeto
a todas las ideas, en mi opinión todas las ideas deben ser sometidas a la
crítica mordaz y descortés, pero siempre manteniendo el respeto a la integridad
de la persona. Así como él tiene el derecho a dar su opinión, yo tengo el
derecho a decir que su opinión me parece una mierda, sin dañarle o generar
violencia; esta es la base de la libertad de expresión.
Sin embargo, este país no ha
entendido eso, acá gobierna la premisa de “si no piensa como yo, o es hijueputa
o es güevón”. Nadie se toma la molestia de tratar de entender al
otro, tratar de averiguar por qué piensa como piensa. Cuando vemos al hombre
cuyo hermano fue vilmente asesinado por la guerrilla en un hostigamiento a su
municipio y cree que no puede haber paz sin que sus miembros sean castigados
por sus actos, o a la joven que ha crecido en la miseria de un pueblo
(cualquier pueblo) perdido, desigual y sin oportunidades, por lo cual vio en aquella guerrilla una
posibilidad de cambio, no vemos en ellos a dos personas con historias
complejas, sino al cerdo de ultraderecha, que fijo es imbécil, y a la asquerosa
mamerta, que también ha de serlo.
Esta forma de ver el mundo ha alcanzado dimensiones ridículas. En lo
único que este pueblo se pone de acuerdo
es para ver a once jovencitos saliendo de la pobreza mientras patean un balón;
entonces todos estamos de acuerdo en que era gol de Yepes, que hay que beber
para olvidarlo; pero ya es tarde, ya me di cuenta de que usted es del verde,
mientras yo soy del azul, tocó darnos por
la jeta, no hay de otra.
Tenemos que entender que es imposible alcanzar
la paz así. Si no empezamos por defender la libertad de
expresión y el respeto por la integridad del otro, aunque no estemos de acuerdo
con él, siempre vamos a continuar en guerra, siempre va a aparecer un sector
que diga que la única forma de progresar o defenderse es con las armas,
generando muertos por todo lado, dándole excusas al Estado para continuar
violando lo más valioso de los hombres, su libertad y sus derechos
fundamentales, perpetuando el fracaso de esta sociedad. Hasta que cada uno de
nosotros no abandone las presunciones poco reflexivas y nos digamos, Hombre, de
pronto no es que él sea estúpido, sino que ha vivido otras cosas, por las que
llega a una conclusión distinta a la mía; cuando podamos criticar las ideas, e
incluso a las personas, sin necesidad de la violencia, solo entonces esta
nación dejará de revolcarse en su propia inmundicia.
Por: Jorge Patiño.
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