martes, 22 de septiembre de 2015

LA AVARICIA DE LAS EMPRESAS DE SEMILLAS TRANSGÉNICAS

  Los alimentos transgénicos son aquellos producidos a partir de un organismo que ha sido modificado por medio de la ingeniería genética y al que se le han incorporado genes de otros organismos con el fin de producir ciertas características. Monsanto es una de las multinacionales más grandes, la número uno en semillas transgénicas y el mayor controlador del comercio de semillas de este tipo, seguido por DuPioneer y Syngenta. Estas tres dominan más de la mitad de las semillas  que se compran y se venden a escala mundial. Lo más grave es que la imposición de estos cultivos atenta contra nuestra seguridad alimentaria.

  Miles de personas en todo el planeta se manifiestan contra las políticas de las multinacionales de alimentos transgénicos. Grandes organizaciones como Green Peace se encuentran en contra de los transgénicos, puesto que el desarrollo de enfermedades, desaparición de insectos, la toxicidad de nuestras aguas y tierra, la deforestación y la contribución al cambio climático son consecuencias negativas tras el uso de esta agricultura. El 90% de las plantas silvestres y un tercio de nuestros alimentos dependen de la polinización, pero el 20% de las abejas ha desaparecido en Europa. ¿El responsable? La agricultura industrial irresponsable y los transgénicos que forman parte de este modelo.
   
  Los transgénicos, como sabemos, también son conocidos como organismos modificados genéticamente y son seres vivos  que no existían antes en la naturaleza y que han sido creados en laboratorios manipulando sus genes. Cada vez más los científicos confirman riesgos que este tipo de alimentos suponen al medio ambiente y la salud. Países como Bélgica, Gran Bretaña, Francia, Alemania y Eslovaquia ratifican la prohibición expresa de Monsanto y sanciones a quienes quieran sembrar sus semillas. Existen naciones que toman determinaciones sin temer, pues defienden su soberanía alimentaria como es el caso, por ejemplo, de Hungría, nación que quemó todos los cultivos de maíz Monsanto. Sin embargo, en Colombia el exministro de agricultura, y hoy prófugo, Andrés Felipe Arias anunció en mayo del 2007 la autorización de transgénicos.
  
  Es importante preguntarnos: ¿vale la pena consumir alimentos transgénicos? Las empresas de semillas transgénicas tienen una avaricia sin límites y su objetivo es acabar con la variedad de semillas locales y antiguas. Multinacionales  como Monsanto quieren convertir a los campesinos en esclavos. En realidad es difícil comprender la forma en la que los gobernantes defienden la agricultura de su país, puesto que en Colombia, por ejemplo, el gobierno autoriza los cultivos transgénicos con una serie de afirmaciones que no tienen sustento técnico,  científico y tampoco socioeconómico. Las afirmaciones del ministro de agricultura de hace algunos años deja en duda si el gobierno defiende la agricultura nacional o los intereses de las multinacionales. Los cultivos transgénicos en muchos casos son menos productivos que los convencionales, contaminan el medio ambiente y no disminuyen el costo de producción. 

  ¿Cómo es posible que se permita la entrada de una multinacional como Monsanto, cuando  ésta ni siquiera da información de sus productos, puesto que es  “confidencial”? ¿Cómo se deja entrar en Colombia a la multinacional creadora del agente naranja, que quemaba todo ser animal  o vegetal en la selva vietnamita?

  El TLC con Estados Unidos ha permitido la entrada de Monsanto a nuestro país ¿Son más importantes nuestros campesinos o las multinacionales?  Nuestros campesinos y agricultores están en contra de los transgénicos y han creado bancos de semillas para conservar la agricultura tradicional, mientras el gobierno considera imponer la venta de semillas transgénicas en el país ¿Quién decide lo que podemos sembrar o consumir? ¿El gobierno? Optemos por la agricultura ecológica, las empresas tras los transgénicos velan únicamente por sus intereses financieros.


Por: Tatiana Limas.






viernes, 17 de julio de 2015

MAREAS HURACANADAS

La lumbre estelar, brillante y fugaz
entera niquela el vano confín.
La mar turbulenta refleja su luz,
aquella se agota en helado clarín.

Un bote de velas andantes al viento
navega a tal suerte que encuentra,
en su mente, un muelle desierto,
afán mercantil. Marines roídos de
torso rugoso zarparon un día
cautivo y soleado sobre un bergantín.   
   
Y aquella barcaza buscaba en los mares
todo cuanto en ella pudiera subir:
botines, y uno que otro
conflicto entendido en lucha a blandir.

Su paso en el muelle fue una epopeya,
tragedias cubrieron la proa senil;
impactos de trueno cernían el barco,
retumban los cielos tras esos disparos,
por poco fallidos, y se alistan las
balas a punto, ya pronto a salir.

Contra el poniente, lejanas bandadas,
merodean al acecho de aquel bergantín.
Se apagan las luces, se enciende
el mechero, el fuego se prende y empieza a rugir.
  
Bramidos de ira, aliento a licor,
se hiende en el rostro tostado
y sereno de algún bandolero,
gallardo y gruñón; osado sujeto
que quiebra los mares tal cual
marinero como un capitán.   

La niebla amapola, ampara las sombras:
ruinosas persona deseando gemir,
sentadas descalzas, con frio, en la cofa,
aguardan con  miedo, la orden del vil.

La luna es un faro hilado en el cielo.
Radiante centello de un breve “impasse”
tal como lo sufre el hombre en el suelo.  
Silencio de muertos, terrible el huracán,
presencia sin seso de esa tormenta
de balas, chispean cañones de azar.

“¡Se hundieron los buques!”
-se oyó al unísono, detrás del mástil-
“Levanten  el ancla, zarpamos ahora”
-gritó el capitán, señalando el sinfín-  

El cielo se anega, la mar enfurece,
parecen las aguas tormenta perfecta.
Acabose el ímpetu de aquel bergantín,
destellos, luceros y algún cierto rayo,
debelan el raso subsuelo, un paso
Que es sello final del gran huracán.

El hombre se asusta, al igual que su tropa,
El infausto cambió de matiz.
Y lo que antes fuese una nave gloriosa,
Cayó en holocausto y se cubrió de gris.

Por: Sebastián Moreno.   








sábado, 4 de abril de 2015

BUSCANDO LA LUZ UNIVERSAL

La oscuridad que en él precede
La furia de su alma errante
Se presenta con una indomable necesidad
De llenar el profundo  vacío
Con  la luz  universal.

Se siente su incesable tormento
Aquel que expresa su miedo fugaz.

Un miedo incesante se esconde
En lo más profundo del ser 
De aquella sombra oscura,
Cuya larga vida de caminar
No calma su implacable rabia
Que se muestra como el fuego candente del Hades
Mortificado por su agobio
Decidido a hallar esa luz que ilumine
Su oscura alma sin rumbo.
Al no hallarla se encuentra con el filo
Del fin de su vida.

En el instante final
Aparece aquella luz anhelada,
Un instante de alegraría le embarga
Y llena de un calor inmenso;
Aquella alegría crece y se expande
Hacia tan bella criatura.

Por: Andrés Rojas Cusba.

jueves, 26 de marzo de 2015

Y todo acabó cuando el partió de mi vida, cuando no lo volví a ver, cuando un beso suyo en la frente no me despertaba todas las mañanas, cuando el primer buenos días no era de él.

Cuando miro mi ventana y veo mucha gente me pongo triste porque entre tanta gente no lo veo pasar con su hermosa sonrisa; miro mis mensajes, me pongo triste porque ninguno es de él, es triste caminar por las solas calles y sin su compañía.


Han sido tantas las veces que he querido buscarlo, decirle que lo amo, que él se llevó una gran parte de mi vida cuando se fue, quisiera decirle que cuando estaba a mi lado todo era color y felicidad, pero ahora que él no está a mi lado todo es negro y triste.

Sé que ha sido culpa de los dos que lo nuestro terminara, pero lo extraño. Y no sé si el me extrañe, no sé si le hago falta en su vida, como él hace falta en la mía. Estoy arrepentida de todo lo que he hecho, sé que hice muchas cosas que lo lastimaron y él también hizo algunas que me lastimaron pero ya lo olvidé; quiero que seamos los mismos; nunca nos importó lo que dijeran los demás, éramos felices siendo nosotros.

Tantas risas, tantos abrazos…

Él  fue, es y será el dueño de mis labios, de mis abrazos, nunca amaré a nadie como a él; él fue la única persona que con una pequeña acción mejoraba mi día.

Lo extraño pero prefiero no molestarlo con melancolía, en otra vida él seguirá siendo el amor de mi vida.    
            

                                                       Por:  Maira González

domingo, 8 de febrero de 2015

ENTRE POLVO LUNAR

Contábame alguna vez, un amigo desilusionado, que conocí en los extensos e infinitos llanos, quien parecía más que un vaquero, un náufrago en el  desierto, y que era molestado por el rayo del sol, mientras me decía:

En medio de las sabanas, al amparo de la soledad, se erigen magníficas dos inmensas columnas calizas, de blancura quimérica y decoraciones excelsas. Y en la cumbre, causa de mi zozobra, cantaban, insonoros, dos leones paralizados en su eterno  pedestal de cuarzo escabroso y, hermosas y admirables, danzaban estáticas esculturas de bellas musas gregorianas.

Y a lo lejos se veía, inamovible, una estatua babilónica, de endurecido y solemne ceño, cual César impotente, de apariencia senil, pero musculatura embravecida; productor de la duda en el mar de mis ojos, por la decadencia del gran majestuoso.

Con el  brazo derecho perforado por el óxido, la mano zurda carcomida por el afán del musgo, la opulenta espada coronada de esmeraldas ultrajada por los forasteros, bajo sus pies hermosos y cóncavos dedos de salitre descansa el mismo polvo que alguna vez pisaron.

-¡Oh bella fuente de ilusiones, desierto de mi vida!, encontraste la manera de guiar mi vista-. Entonces el viento soplo estrepitosamente, y el tablón que se hallaba escondido se reveló a mis sentidos, para sacudir mi corazón como flecha fugitiva; allí se leía:

“Contemplad, hombres orgullosos, viajeros de paso, jóvenes inexpertos y gobernantes asustados las maravillas que tanto os enervan y ponen a flor de piel vuestra ancestral cobardía de ratas. Avistad los esplendores de este Imperio. ¡Suspirad de pavor!...”


Ya no queda nada de ese holocausto de hombres, ni las ruinas de sus hogares, ni la ceniza de sus lámparas. Y entre las pampas agrietadas por el derroche de luz y las culebras acechantes que salen de sus madrigueras nocturnas, reposa en sosiego y para alivio de mi alma lo único visible allí, hasta el desnudo horizonte: una confusa y taciturna neblina de polvo lunar. 


Por: Sebastián Moreno