martes, 15 de octubre de 2013

LA POLÍTICA DE LOS IGNORANTES

  
Pareciera que la tensión política que se vivió hace unas pocas semanas en el país ha cesado. La que no ha cesado es la tensión que se ha vivido desde hace 200 años, e incluso más. Para nadie es desconocido que la situación política nacional nunca ha sido estable y mucho menos transparente, pero en tanto no haya unos cuantos vándalos causando daños, repudiables sin duda, en la capital país, entonces consideramos que nos encontramos en un escenario de calma.


Esta indiferencia política se debe a múltiples factores, desde la docilidad que tenemos como pueblo y como individuos, hasta las medidas represoras de gobierno e instituciones para evitar involucrarnos en este ámbito. No es un fenómeno reciente,  la historia nacional está llena de muestras de ciudadanos como simples instrumentos, de muchas maneras. Cuando liberales y  conservadores se hostigaban sin cesar, el que moría era el campesino, que no tenía idea de porque luchaba, solo sabía que el otro tenía un color distinto en su bandera, por lo tanto representaba una amenaza para su partido, el que era bueno, porque sí, porque esa era la tradición familiar, no tenía nada que ver con la ideología, sólo lo sabía porque así se lo habían dicho sin darle razones. También se encuentra la madre que vendió su voto a fulanito para que llegara a la alcaldía, a cambio de un sancocho para sus hijos, o porque fue amenazada para que así lo hiciera. Y la más reciente, la tardía movilización del pueblo en defensa de los campesinos, levantándose y gritando cuando líderes políticos, tanto de derecha como de izquierda, lo indicaban, callándose en el momento que estos bajaban la mano, y olvidándose del descontento en cuanto un fenómeno más entretenido apareció (se me ocurre un partido de fútbol).

Otra muestra de la manipulabilidad de nuestro pueblo. ¿Ya para que protestaban? ¿Qué carajos iban a ganar? ¿No era mejor manifestarse cuando esos motivadores estaban firmando tratados que joderían el agro? ¿Por qué no lo hicieron cuando personajes de ambos bandos empezaron a desangrar el campo? No digo que los motivos de la protesta no hayan sido justos y suficientes, al contrario, me pregunto porque dejamos que se hayan vuelto tantos y tan preocupantes. Si todo este fervor por proteger al campesino hubiera iniciado al menos hace unos veinte años, la vida del campesino seria otra. Pero ahí está el problema del país, no nos quejamos a menos que nos den permiso, solo refunfuñamos sin hacer escándalo y dejamos que todo siga igual.


Y la cosa no para ahí, ni si quiera analizamos la situación política de una manera medianamente autónoma, solo se escucha el cacareo de siempre, el mismo discurso que dan el profesor, el busetero, el periodista y los medios; que el alcalde es un inepto, el presidente un vendido y el congreso una horda de corruptos, que todo va de mal en pior. Con razón el tedio, que mamera oír siempre la misma vaina. Puede que tengan razón en lo que dicen o puede que no, pero no importa, lo repetimos, sin presentar argumentos ni soluciones. Rara vez aparece una nueva opinión bien fundamentada, que cuando lo hace es criticada y dejada a un lado, solo prosperan las que usan la fuerza y la violencia. Tenemos la patria que nos merecemos.


¿Para qué peleamos por el derecho a la participación política, si ni siquiera lo vamos a usar? No es necesario que nos volvamos militantes de un partido político, ni crear el nuestro propio, con que apliquemos una mirada crítica a los distintos escenarios y no traguemos entero lo que nos dan, lograremos formar  pensamientos realmente autónomos. ¡A la mierda lo de el análisis imparcial! Debemos formar nuestras opiniones sobre lo que ocurre; dejar de insistir en tomar posiciones ambiguas, y más bien enseñar a examinar y criticar, para generar conciencias propias. Dejar de ver la discusión política como origen de conflictos, y empezar a verla más bien como una forma de ampliar y aplicar nuestro conocimiento.

Es imposible cambiar la situación si primero no cambiamos nosotros, si no empezamos a formar nuestras propias ideas y ver el mundo bajo nuestro criterio. Deshacernos del desinterés político, y hacer parte de este ambiente. Es hora de hablar de política.


 
  Jorge Patiño.

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