jueves, 18 de abril de 2024

Buscando la felicidad

Buscando la felicidad

 

    A menudo buscamos la felicidad sin darnos cuenta de que siempre ha estado presente. Cuando era niña, solía creer que felicidad estaba en tener todo lo que quisiera; no me daba cuenta de que a menudo posponía mi felicidad. Por ejemplo, mi familia siempre fue humilde y de bajos recursos económicos, así que solo tenía lo necesario, y mientras veía a otros niños con juguetes y muñecas pensaba que no sería feliz hasta que tuviera una casa de muñecas y juguetes. Sin embargo, cuando finalmente podía conseguir esas cosas, la felicidad era efímera y pronto volvía a sentir un vacío que no comprendía.   

    Escuchaba a familiares que decían que su felicidad se había arruinado por no haber estudiado más, por no tener un trabajo, dinero, una casa, un carro, entre otras cosas. También escuchaba a personas ricas que se quejaban de su vida, a pesar de tenerlo “todo”. Me di cuenta de que, sin importar cuánto tengamos, no seremos felices, si no comprendemos lo que verdaderamente significa ser feliz.

      La clave es que la felicidad no debe depender de lo material, de cosas como la ropa, las posesiones o los títulos, ya que estas son cosas pasajeras. La felicidad está al alcance de todos y se encuentra en las pequeñas cosas de la vida. La construimos día a día, al saborear un helado, dar un abrazo, viajar, compartir momentos con las personas que amamos, reír, respirar aire puro e incluso admirar la naturaleza y lo que nos rodea.   

       Las personas que pueden apreciar los pequeños detalles de la vida son las que encuentran la verdadera felicidad. Y aunque a veces parezca que el sentimiento de felicidad no es un estado permanente ni constante -ya que la vida es como una montaña rusa, con emociones que cambian continuamente-, la clave al respecto consiste en mantenerse en el centro, lejos de todo extremo, con el alma mesurada, en un estado semejante al que los estoicos llamaban ataraxia.

      Ser feliz nos ayuda a estar en paz con nosotros mismos y con quienes nos rodean, a disfrutar de cada proceso y etapa de la vida. Nos convierte en seres radiantes, llenos de luz. Aquellos que aprenden a bailar bajo la tormenta, podrán elevar su conciencia y seguir avanzando aunque surjan los problemas. Comprendemos que está bien no estar bien y que todo en la vida es pasajero y cambiante.

      Al aprender y asimilar todo esto, encontramos la puerta de la felicidad, donde no pueden entrar los celos, la ira o la amargura. La felicidad no es un destino, es el camino, es recordatorio constante de que apreciar cada momento es la clave para una vida plena.

Por: Laura Valentina Pacheco Nontoa



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