Colombia
participa constantemente en múltiples pruebas internacionales de evaluación de la
calidad educativa, entre ellas la prueba PISA, TIMSS, PIRLS y LLECE. En
todas ellas los resultados son decepcionantes.
¿Por qué son tan bajos los resultados en todas estas pruebas y en
nuestras propias evaluaciones internas conocidas como pruebas ICFES? La
respuesta es muy sencilla; son muy bajos porque evalúan aspectos que en
Colombia todavía no se trabajan en la gran mayoría de instituciones educativas.
Pruebas como PISA evalúan lectura crítica, resolución de problemas y la manera
como los jóvenes utilizan los conceptos científicos en su vida cotidiana.
En Colombia, en lugar de desarrollar competencias comunicativas
esenciales para la vida, como leer, escribir o elaborar discursos coherentes,
seguimos haciendo el énfasis sobre cosas tan impertinentes para los niños como
las reglas gramaticales y ortográficas. Los problemas que hoy por hoy resuelven
los estudiantes en matemáticas y ciencias, son aterradoramente aburridos,
mecánicos e irrelevantes, para ellos y para el país. Seguimos dedicados a
trasmitir informaciones tan insustanciales como las fórmulas, los accidentes
geográficos o las fechas históricas.
Es absurdo que la educación colombiana siga dedicada a transmitir
informaciones que la mayoría de los estudiantes encuentran fácilmente en la
red. Es incomprensible que usemos tanto tiempo para enseñar algoritmos que hoy
día se pueden hacer en segundos con el apoyo de una calculadora. Es lamentable
que sigamos dedicados a recordar símbolos químicos que en el mejor de los casos
sirven para llenar crucigramas y resolver los exámenes de los profesores de
química.
Lo
más inexplicable es que nuestra educación básica actual no esté dedicada a lo
más importante: a desarrollar competencias transversales para pensar, convivir,
interpretar, leer y escribir. A estas competencias debería dedicarse por
completo la educación básica. Si en las instituciones educativas viéramos menos
contenidos de relleno se trabajaría con mayor profundidad cada una de las
competencias que consideramos prioritarias. Dijo Platón que “la ignorancia
absoluta no es el mayor de los males ni el más temible, una vasta extensión de
conocimientos mal digeridos es cosas peor”. Lamentablemente su reflexión sigue
vigente para la educación de América Latina.
En Colombia es muy poco lo que estamos haciendo para atacar de manera
profunda y concretada el problema de la calidad educativa. Por una parte, los
maestros están muy mal pagados y tienen muy poco reconocimiento social y
cultural para la complejidad del trabajo que cumplen. Por otra parte, Colombia
tiene uno de los sistemas educativos más inequitativos del mundo en términos de
género, región y estrato social.
El problema de la mala calidad no se reduce a los docentes. Es bastante
más complejo, puesto que todo el sistema educativo está diseñado para
transmitir informaciones impertinentes y no para pensar, crear o resolver
problemas.
La manera de lograr mejores resultados es bastante sencilla, pero supone
un cambio profundo en el sistema educativo. Necesitamos dedicar la educación
básica a desarrollar la capacidad de pensamiento, la creatividad, la resolución
de problemas, el análisis y las competencias para comunicarse y convivir.
Desafortunadamente esto no será posible mientras no transformemos de manera
completa el modelo pedagógico que sigue vigente en la mayoría de instituciones
educativas de Colombia.
Por: Michelle Waken.
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